¡¡Queridos desconocidos!!

Hace mucho que no os hablo, os pido perdón. He querido cuidar mi yo personal y, sinceramente, no sé si lo he conseguido pero estoy preparada otra vez para decir y relatar lo que siento y os traigo, una vez más, una #reflexión, un pensamiento que hace días me mantiene expectante y un poco distraída:

Las nuevas relaciones existentes entre los seres humanos nos condicionan y comprometen solo y exclusivamente con nosotros mismos. Estamos en una sociedad de tremendos individuos asociales concentrados en las pantallas de sus teléfonos móviles o tabletas y relacionándose solo con lo que tienen a pocos cm de sus ojos y de un modo totalmente individualizado excluyendo así, cada día, un poquito más los detalles, esos pequeños y queridos detalles que olvidamos cada día con mayor frecuencia. Esos detalles que nos convierten en diferentes a los unos de los otros y que perdemos por el camino por  esa tecnología absorbente y disponible cualquier hora….”

Cada día subo en el tren. Son las 6:48 de la mañana y solo escucho el silencio que acompaña, vagón tras vagón, a esos casi 200 usuarios que me acompañan.

Sentados, de pie, en el suelo, apoyados en las barras, paredes, puertas o unos sobre otros pero todos en silencio.

Unos duermen manteniendo una postura más o menos correcta mientras otros se dejan caer de cualquier manera abandonados a un sueño cronometrado o quizás liviano pero necesario, según dicta su  organismo.

Realmente el tren nos mece con el silencio y el vaivén  sumiendo nuestros cuerpos  en un profundo bienestar del que no queremos salir. No queremos ni abandonarlo  ni que la locución que cada mañana nos anuncia las paradas nos despierte con esa coloquial manera de decirnos “tren con destino Alcobendas San Sebastián de los Reyes realizará su  próxima parada en la estación Nuevos Ministerios” Esto es como si recibieran  una descarga eléctrica  y empiezan a correr por los pasillos, por las escaleras mecánicas, sin control del riesgo, sin pensar que más vale llegar tarde que no llegar y sobre todo sin pensar en las personas que viajamos junto a ellos y que igual no tenemos el equilibrio y la agilidad que ellos nos muestran en su alarde diario de “llego tarde, no pido paso, no pido perdón, vuelo”

¿Recordáis la película de Peter Pan? ¿Recordáis la escena en la cual el Capitán Garfio cae al mar y allí lucha por no ser engullido por el cocodrilo que ya le comió una mano? Esos saltos, esa manera de luchar contra los dientes del malvado cocodrilo aparecen en mi mente en cada escalera mecánica del tren de cercanías donde las personas, en su afán de llegar antes, corren casi sin tocarlas mientras yo imagino la boca abierta del cocodrilo intentando “pescar” un pie. Y si, ya sé lo que estáis pensando. Pensáis que se me fue la cabeza pero pensarlo un momento. ¿No me digáis que no tiene sentido? Visualizarlo y reíros conmigo 😉

Pero me desvío del tema principal y lo que más me preocupa y es que ¡voy en la Renfe y veo a tantas personas cada día! ¡Tantas y tantas personas con historias propias y desconocidas!

No hay ningún tipo de comunicación. De hecho han desparecido hasta esas pequeñas frases hechas que comunicaban nuestra buena educación e intención de ayuda al prójimo. Ahora miras tu móvil o tu tableta y te evades. Te olvidas de mirar a tu alrededor. Ya no te preocupas de tu entorno. Ya no das los buenos días ni cedes tu sitio. Ya no pides perdón ni paso. Ya no existes nada más que tú.


crees tenerlo todo controlado.

crees que eres único y especial.

te sientes como el obligo del mundo o en el centro del huracán gracias al  egocentrismo contagioso que  invade nuestras vidas y que te dice que siempre has de estar arriba.

TÚ, TÚ y TÚ. No entiendes nada si no estás dentro pero tengo que decirte o mejor recordarte  que para vivir en sociedad tenemos primero que formar parte de ella y que todos aprendemos de  todos. Que todos necesitamos de todos y  que todos añoramos esos tiempos en los que compartir  nos hacía esbozar una sonrisa y la educación estaba bien visto.

Recuperemos esos tiempos. Sumemos sumando, contagiemos con el ejemplo, granito a granito, paso a paso, poso a poso haciendo que nuestros pasos sirvan a otros y sobre todo recuperando valores como la tolerancia y el respeto hacia todos y es que amigos míos, echarle unas buenas horas al transporte público y observar a las personas que a diario os acompañan e intentar imaginar sus vidas, sus trabajos, su día a día y veréis que os resultará imposible pero seguro que no son tan distintas sus vidas de las vuestras.

Y es que creemos saberlo todo pecando de prepotentes y egocéntricos y olvidamos que ante todo somos todas personas con alma y corazón así que, como hago continuamente, voy a seguir insistiendo en deciros, pediros o rogaros que regaléis una palabra amable a quien se crucen en vuestro camino. No cuesta nada y te devolverá otra palabra bonita, estoy segura. Y no olvides acompañarla de una bonita y sincera sonrisa. Crearéis magia…

No queramos aprender humanidad de una pantalla y con el silencio como compañero de viaje y convirtamos cualquier momento en la oportunidad de aprender a través de la experiencia de otros.

“Escoge como compañero de viaje a tu compañero de asiento, al desconocido y aprende…»

desconocidos-en-internet


2 pensamientos en “¡¡Queridos desconocidos!!

    • Gracias Mónica por tu comentario que sin duda es 100% acertado. La tecnología nos está acercando a contenidos y a contextos que antes creíamos inimaginables y los cuales nos aportan un valor personal y profesional muy alto pero no debemos de olvidar que las personas cuentan y que nos hicimos personas por convertirnos en seres sociales que interactuaban y buscaban el bien de su comunidad.
      Así conseguimos crecer y ser lo que hoy en día somos, con nuestros progresos y con todo un mundo de posibilidades por delante así que no nos convirtamos en máquinas de hacer y sigamos siendo máquinas de sentir.
      Un beso enorme mi niña!!

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